MARILYN MONROE: LA REINA SOLA/ IIPor Waldemar Verdugo Fuentes.
Recibía ocho mil cartas semanales de sus admiradores de todo el mundo, sin embargo, ella vivió sola la mayor parte de su vida. Nunca pensó en llegar a convertirse en la máxima estrella del cine, sólo quería ser considerada como una mujer que trabajaba para ser mejor, nada más.
Nueva York contuvo la respiración mientras Marilyn filmaba esta escena para “La comezón del séptimo año”. De pie, sobre una rejilla del subterráneo, bajo la que se colocó un ventilador, la estrella muestra sus piernas, al momento que cientos de afortunados neoyorkinos, sujetos por cordones policiales, gritaban: “ ¡Más arriba, Marilyn! ¡Más arriba!.
Establecida como estrella, el año 1954, se casa con el beisbolista Joe Di Maggio, tan famoso en su país como ella en el mundo. Pasan la luna de miel en Japón, en donde un Oficial de la Marina le solicita a Marilyn que haga una actuación improvisada para los muchachos de su país enviados a la guerra en Corea. Ella, que yo no decía no a nada, cantó y bailó delante de las tropas. Lo que provocó un escándalo moralista; en “The New York Times” se publica:
“Las autoridades militares debían hacer algo por corregir la moral debilitada de los soldados, en lugar de estropearla aún más enviándoles a Miss Monroe a Corea. En dos oportunidades durante la presentación de la actriz, las tropas se alborotaron descontroladas, comportándose como niños mal educados en Times Square, en lugar de verse como infantes de marina orgullosos de su uniforme.”
Joe di Maggio pensó posible alejar a Marilyn de Hollywood, y la lleva a vivir a San Francisco, pero ella nunca pensó en dejar de trabajar. La ruptura se produce por un hecho tan absurdo que parece mentira. Marilyn viaja a Nueva York a filmar las locaciones de “La comezón del séptimo año!, y la ciudad de los rascacielos debe contener la respiración mientras la estrella filmaba sus escenas en una calle, de pie, sobre una rejilla del tren subterráneo, desde cuyo fondo un gran ventilador levanta la falda plisada de su vestido, dejando al descubierto sus piernas... rodeada por cientos de afortunados hombres gritando: “ ¡Más arriba, más arriba!” ... la escena, obviamente, era mucho más inocente de lo que parecía, pero Joe Di Maggio, perdido en la multitud, no resistió la impresión. Dos semanas más tarde, cuando Marilyn regresa a Los Ángeles, comunicó a la prensa su divorcio. En total, estuvo casada con el deportista nueve meses.
En diciembre de 1954, ya anunciada su separación, la estrella le dice a María Romero:
-“Nadie lamenta más que yo mi fracaso sentimental. Habría querido amar y ser amada de veras, para siempre... no podré ser feliz mientras no tenga un hogar, muchos niños... Joe es un hombre excelente, lleno de cualidades. Fue una lástima que no pudiéramos seguir juntos.”
Lo cierto es que Di Maggio, durante el resto de vida de la estrella, nunca la abandonó. Viéndose regularmente a ambos cenando en algún sitio de moda o yendo a un estreno. Es cierto que, de los hombres que fueron compañeros de Marilyn, él fue el más constante. Y, a pesar del corto tiempo que vivieron juntos, para ella fue importantísimo. En conversación también con María Romero, ella le pregunta por algún momento que quisiera recordar especialmente de su vida, remontándose Marilyn a su luna de miel con Di Maggio en Japón y su posterior viaje a Corea. De su actuación ante los soldados, dijo la estrella:
-“ ¡Si usted hubiera visto la concentración con que me escuchaban mientras yo cantaba! Se formaba entre el auditorio y yo tal corriente de fraternidad, que me olvidaba de todo lo que ocurría a mí alrededor. El escenario había sido instalado a la intemperie. Hacía frío, pero no lo sentía. Recuerdo que en una oportunidad, mientras bailaba y cantaba, tuve la sensación de que algo me caía en los brazos, en la cabeza, en los hombros desnudos. Era nieve... Los cabellos comenzaron a chorrear agua y a pegarse en mi cara, pero yo seguí cantando... Y luego, cuando salía para regresar a mi alojamiento, encontraba que afuera del teatro había cientos de soldados aguardándome. Eran los que no habían tenido cabida dentro. Se instalaban en la falda de la colina, en hileras, como en un anfiteatro. No les importaba la inclemencia del tiempo. No me olvidaré del grupo de soldados turcos, con sus rostros morenos, sus ojos ardientes, y sus grandes mostachos salpicados de nieve...”.
En 1955, junto con el estreno de “La comezón del séptimo año”, la crítica alrededor de su trabajo se divide: para unos, Marilyn es comentada como la mejor comediante de Hollywood; otros la consideran mediocre o irresponsable, como Otto Preminger, que declara esos días a Hedda Hooper: “La dirigí el año pasado en “Almas perdidas”, junto a Robert Mitchum, y no la dirigiría otra vez ni por un millón de dólares. No por el aspecto artístico, sino porque es denigrante esperar interminablemente a alguien que llega atrasada o no llega, sin dar ninguna explicación.” Lo cierto es que ella estaba, desde entonces, en guerra consigo misma. Decidida a quebrar esa imagen de rubia y tonta que le colgaba Hollywood, sabía, además, que sin no trabajaba, no subsistiría. Ironizando la situación, en entrevista de Louella O. Parsons, la estrella dice:
-“Cuando nos pidieron a Jane Russell y a mí que dejáramos nuestras huellas en el cemento húmedo del Teatro Chino de Grauman, junto a la señal dejada por la nariz de Jimmy Durante y a la de la pierna de Betty Grable, sugerí a Jane se “agachara” sobre el cemento húmedo, y que yo, al contrario, me “sentara” encima. No me aceptaron la idea.”
Quería ser sólo una actriz, nada más. Con decididos planes se enfrenta a la Century Fox y firma con ellos su último contrato: compromiso de filmar sólo una cinta por año y libertad para producir sus propias películas, además. Exige que sólo aceptará ser dirigida por los siguientes directores: John Huston, George Cukor, Joshua Logan, John Ford, Alfred Hitchcok, Vicente Minelli, Vittorio de Sica, Fred Zinnermann... todo le es concedido. Luego, y ante el estupor de Hollywood, se traslada a estudiar en Nueva York, como alumna regular del “Actor’s Studio”, el más celebrado laboratorio de actores de USA, creado por Lee Strasberg y Elia Kazan. Desde esa época, Marilyn traba amistad con la mujer de Strasberg, Paula, con quien ensayaría, a partir de entonces, sus películas. Lee Strasberg, que la recibió en Nueva York declaró años después:
-“Marilyn era un caso en sí. Cuando vino por primera vez al “Actor’s Studio” era ya una actriz famosa internacionalmente. Pero ella estaba descontenta. Quería transformarse en actriz después de haber sido convertida en “diva” por los estudios de Hollywood. Marilyn poseía un verdadero talento, desperdiciado en manos de los productores y de los fabricantes de personalidades de celuloide. En sus películas usaba solamente una personalidad impuesta, era una actriz “tipo”, una muchacha viciada por el éxito, llena de complejos, y, sobre todo, obsesionada por la idea de ser sólo un objeto. Y tenía razón, ya que siempre fue usada como un objeto. Cuando tenía que interpretar un nuevo personaje, recurría siempre a algún cliché, ya que le era imposible lanzar fuera de sí toda la verdad que había en ella. Es indudable que ciertos clisés son necesarios, pero sólo para reforzar la verdad interior del actor. Esto fue lo que yo me esforcé en enseñarle. Y creo que Marilyn logró descubrir su verdadera personalidad, sus auténticas posibilidades como actriz, pero ya era demasiado tarde. Por mucho tiempo había estado habituada a ser usada como un fantoche, como una muñeca bellísima y obediente, símbolo de la atracción sexual para millones de espectadores, sólo porque los productores de Hollywood lo habían decidido así. Pero la “muñeca mórbida” que se empeñaron en hacer de ella, era muy distinta en el fondo... la verdad es que resulta muy duro para cualquiera vivir en el mundo de Hollywood. Y para ella, tan frágil, era mucho más duro aún. Sus últimos personajes los ensayó con Paula, que fue colaboradora incansable; mientras ensayaban, Paula, a menudo, me decía: “Tiene miedo la pequeña”.
Lo cierto es que, a Marilyn nunca le gustó Hollywood, según se lo confesó a Truman Capote, en una entrevista memorable que viene en su libro “Música para camaleones”:
-“A pesar de que nací allí, sigue sin ocurrírseme nada bueno de ella. Si cierro los ojos y me imagino Los Ángeles, lo único que veo es una enorme vena varicosa.”
Consigna Truman Capote que, además del “Actor’s Studio, la estrella tomó clases de actuación en Nueva York con Constance Collier, célebre actriz de origen inglés que aceptaba como alumnos “sólo a estrellas.” Capote señala que Marilyn “entró bajo la protección de miss Collier por sugerencia mía”, y nos deja luego el valioso juicio de la actriz inglesa sobre nuestra heroína:
-“Es una hermosa criatura. No lo digo en el sentido evidente, en el aspecto quizás demasiado evidente. No creo que sea actriz en absoluto, al menos en el sentido tradicional. Lo que ella posee, esa presencia, esa luminosidad, esa inteligencia brillante, nunca emergería en un escenario. Es tan frágil y delicada que sólo puede captarla una cámara. Es como el vuelo de un colibrí: sólo una cámara puede fijar su poesía. Pero el que crea que esta chica es simplemente una ramera o cualquier otra cosa, está loca... de locura es lo que estamos trabajando los dos, justamente, ella ensaya “Ofelia”. Creo que la gente se reirá ante esta idea de que Marilyn interprete a Shakespeare, pero en serio, puede ser una “Ofelia” exquisita. La semana pasada estaba hablando con Greta Garbo, y le comenté la “Ofelia” de Marilyn, y Greta dijo que sí, que podía creerlo porque había visto dos de sus películas, algo muy malo, pero, sin embargo, había vislumbrado las posibilidades de Marilyn. En realidad, Greta tiene una idea divertida: quiere hacer una película de “Dorian Grey”. Con ella en el papel de “Dorian” por supuesto. Pues, dijo, le gustaría tener de antagonista a Marilyn en el papel de una de las chicas a las que “Dorian” seduce y destruye. ¡Greta, tan poco utilizada y con semejante talento! Algo parecido al problema de Marilyn, si uno lo piensa... claro que Greta es una artista consumada, una artista con un dominio sumo. Marilyn, esta hermosa criatura, no tiene concepto alguno de la disciplina o del sacrificio. En cierto modo, no creo que vaya a madurar. Es absurdo que lo diga, pero, de alguna manera, creo que seguirá siendo joven. Realmente, espero y ruego que viva lo suficiente como para liberar ese extraño y adorable talento que vaga a través de ella, como un espíritu enjaulado.”
Norman Mailer la visualiza así en ese período:
-“Debemos imaginar a Marilyn en 1955, la heroína más mágica y maravillosa de Nueva York; una estrella de cine en busca de una educación seria a través de la cual proyectarse. Aparte de lo pronta burlarse de ella que estuviera toda la envidia de Nueva York, era forzoso que la confusión se acumulara. Porque, ¿quién podía ser capaz de comprenderla? Ninguna estrella del sexo había abandonado antes Hollywood en la cima de su carrera. Era remotamente probable que su actitud fuera sincera.”
Sin embargo, estaba decidida a demostrar que sabía actuar. Crea su propia empresa “Marilyn Monroe Productions Incorporated”, y se la ve en Nueva York cruzando sus calles rumbo al Actor’s Studio, en una biblioteca, o comprando libros, el ceño fruncido por la concentración. En esa época se acercó, como pudo, a maneras de saber; en especial se acercó a la literatura. Lee a Stanislavsky, Thomas Wolfe, Somerset Maugham y Saint-Exupéry, Eugene O’Neill y Tennessee Williams. Iba sola, al teatro: era una época de oro en Broadway. En Hollywood había conocido a Arthur Miller, que triunfaba entonces con obras memorables. Su reencuentro con el dramaturgo había de transformarse en su último matrimonio. De sus primeros encuentros, Miller narra a Bob Marshall, que la estrella le preguntó: “Dígame, ¿cuál es el escritor clásico más importante?”. A lo que él respondió:
-“Bueno... supongo que Dostoyevski. Y Marilyn ya había leído las obras del novelista ruso. Leía mucho. También leyó a Leon Tolstoi, y me comentaba, entusiasmada, las tramas que iba descubriendo.”
El siguiente es parte de un diálogo que sostiene la estrella con María Romero. De la entrevistadora:
“-¿Le gustaría hacer algún papel especial en el cine? –pregunto, sin imaginar jamás que tendré la más inesperada de las respuestas.
-Sí. Me encantaría hacer “Los hermanos Karamazov” ... de Dostoyevski. Creo que mi carrera alcanzaría su punto culminante, que yo me sentiría realmente actriz, si pudiera hacer el papel de Gruschenka... desde el nombre es fascinante. “Gruschenka” significa “pera madura”.
-¿Y qué haría con su “glamour”? –pregunto, estupefacta, ante esa idea que me parece tan poco apropiada para una muchacha de quien se espera sólo el regalo de su belleza.
-De darme la apariencia apropiada se encarga el departamento de maquillaje...-responde Marilyn con rapidez-. Lo que me atrae es la personalidad de “Gruschenka”, la intensidad de la novela misma. El aspecto físico del personaje es un problema menor y no me preocupa mayormente.”
Poco después, al enterarse, Marilyn, que “Los hermanos Karamazov” sería llevado a la pantalla con María Schnell, Hollywood le dio un golpe. También le negaron “Anna Christie”, basada en la obra de O’Neill, y “Lluvia”, basada en el cuento de Maugham, ¿Llegaría a probar que tenía verdaderamente talento?. Sin duda lo hacía, pero, eso, ella no lo sabía. En 1956 filma una de sus mejores cintas: “Bus Stop”, dirigida por Joshua Logan, y, aplicando, por primera vez y como ella lo entendió, el Método de Stanislavski. Se casa, finalmente, con Arthur Miller, tomando mayor convencimiento de que necesitaba probar que era una verdadera actriz. En 1957 viajan a Inglaterra, donde Marilyn es dirigida y tiene como compañero a Sir Laurence Olivier, ya famoso por sus brillantes interpretaciones de los personajes shakespereanos. Escudada en Miller, la estrella pide a éste que modifique una y otra vez los parlamentos, temerosa de no resultar lógica en el desarrollo de su personaje. La filmación se atrasa uno y otro mes, ante el estupor de Olivier, quien, después de la muerte de la estrella, comentó:
-“Sentía una resistencia subconsciente a ser actriz. No es novedad para nadie, ni deslealtad a su memoria, decir que era difícil trabajar con Marilyn.” Sin embargo, el filme es un éxito.
A 1958 se remonta un eclipse en la vida de la estrella: pierde al bebé que esperaba de Miller. No filma ese único año. En 1959 trabaja en “Una Eva y dos Adanes”, que, hay quienes, como Mailer, consideran “su mayor creación y su mejor película.” Aceptó firmarla sólo porque iba a dirigirla Billy Wilder nuevamente, pero el guión nunca fue de su gusto, según cuenta Lena Pepitone:
-“Su entusiasmo desapareció ni bien leyó el guión entero. La historia trata de dos músicos que presencian un asesinato entre gente de la mafia. Para huir de Chicago y de la banda de criminales, se disfrazan de mujeres y se incorporan al conjunto musical de Marilyn. Cuando Marilyn leyó finalmente el argumento, dijo: “ ¡Es ridículo! He hecho papeles de tonta, pero nunca hasta tal punto. ¿Cómo no iba a darme cuenta de que eran hombres?”. Y terminan la cinta a duras penas; hace repetir incansablemente las escenas: Tony Curtis, en una toma, debe mordisquear 42 veces una pata de pollo por exigencia de Marilyn. Sin embargo, por este trabajo la “Sociedad Francesa de Autores” la premia como “Mejor Actriz de 1959”. Un año después los estudios le exigen hacer “La adorable pecadora”. En la cinta, Marilyn interpreta a una estrella de comedia musical, asediada por un multimillonario tramposo que se hace pasar por actor. Lena Pepitone narra la reacción de Marilyn al conocer el argumento:
“- ¡Es ridículo. Todas las películas que me obligan a hacer son ridículas! Al menos con la Fox. Por eso quiero acabar con el contrato. ¡Haré sólo lo que yo quiera!”
Mailer, señala, al respecto: “En esta cinta su papel es tan vacío como el recuerdo de una vieja película de Zanuck. Así que Marilyn estimula a Miller para que arregle su parte. Una vez más su genial dramaturgo entra en acción; trata de agregar diálogos graciosos a un filme que no lo es.” Los cambios en el texto, hicieron renunciar a Gregory Peck, que la acompañaría; finalmente de Francia llega su coprotagonista, Yves Montand, por quien, según dicen los cronistas de entonces, Marilyn siente una especial atracción. Fue una buena época para ella, un respiro de algunos meses en su vida. Cuenta Lena Pepitone: “En los primeros meses de 1960 Marilyn volvió a Hollywood, esta vez con Miller, para filmar “La adorable pecadora”. Como siempre se hospedaron en el Beverly Hills Hotel, y Marilyn me llamó muy entusiasmada para contarme que Yves Montand y su mujer, Simone Signoret, se alojaban en la habitación continua. En el curso de la filmación Marilyn me dijo que se divirtió más en esa película que en ninguna anterior. “Es por Yves”, dijo. “Vamos juntos al Estudio cada mañana y volvemos al hotel después. Trabajamos juntos en el guión. Lo pasamos maravillosamente. Yves es un gran actor. Me comprende. Ya no me pongo nerviosa.”
Simone Signoret, discretamente, abandona Hollywood y vuelve a París, mientras, durante estos días, la Asociación de Corresponsales extranjeros de Hollywood la premia como a “La mejor actriz de comedia” ese año. Terminada la filmación de “La adorable pecadora”, Yves retorna a Francia junto a su esposa, y Marilyn cae en un perfecto desenfreno. Para salvarla –y para salvar quizás su matrimonio- Miller escribe para ella un guión basado en su cuento “The Misfits”, que será su última cinta completa. Quizás por qué extraño designio, exige ser dirigida por el hombre que le dio su primera oportunidad: John Huston, y compartiendo el estelar con Clark Gable, para quien también sería su última película.
© Waldemar Verdugo Fuentes.